Esta joven testigo o testiga, que ha pasado más de dos años de puerta en puerta sin que le hagan caso, ya estaba en el fondo con algunas dudas existenciales, pero la gota que colmó el vaso fue en la cena de Nochevieja cuando, por error, se llevó a la boca un trozo de pan tostado con restos de una morcilla de la carnicería Pichorro de Molina.
“Una cosa es una transfusión, que tampoco lo veo claro, pero no poder volver a probar una morcilla, con lo rica que estaba ¡eso sí que no! además, ¿es que Jehová conocía la morcilla?” Nos contaba esta tarde esta chica bastante indignada.
De momento, ya ha provocado un debate entre los
más jóvenes que empiezan a sentirse atraídos
por este pecado molinero de chuparse los dedos.